Desde mi punto de vista, el hecho de haber sido castrado tuvo un impacto en la vida de Cuéllar: va convirtiendo en un marginado en un mundo machista. Podemos darnos cuenta de esta afirmación, ya que “Pichulita”, –como se le denominó, luego de su accidente– tuvo un temor que está relacionado con su intimidad: no quería tener enamorada. De hecho, demostró a lo largo de la novela la intención de cubrir ese hueco demostrando –de una u otra manera– su masculinidad, ya sea fumando, o tomando, o coqueteando.
El accidente que tuvo con Judas –el perro– tuvo además, un impacto social y psicológico: Cuéllar cerró toda posibilidad de tener enamorada. Yo creo que él fue consciente de que un paso muy importante en una relación, es el tener hijos, y es por eso que habría sentido un temor en tener novia. Sin embargo, demostró ser alguien amigable –incluyendo con las mujeres–, pero hubieron chicas que inclusive, se enamoraron de él. El caso más concreto, desde mi punto de vista, fue el de Teresita Arrarte, donde ambos se enamoraron entre sí, pero Cuéllar no supo dar ese paso final (el hecho de pedirle que sea su enamorada), y terminó triste, sufriendo, “…Choto, qué podía hacer?, y él caerle y él no puede ser.”(página 147), así, Cuéllar negó cualquier posibilidad de entablar una relación.
Todos sus amigos tenían pareja, menos él. Es por eso que no se le habría ocurrido mejor solución que “cubrir ese hueco” (él no estaba dispuesto a tener enamorada, a raíz de su accidente). Fue entonces que tomó la decisión de demostrar su hombría y su virilidad, y, con esta idea, fue alejándose poco a poco de sus amigos, “sus locuras le dieron mala fama y Chingolo, hermano, tienes que cambiar, Choto, Pichulita, te estás volviendo antipático…” (página 139). Comenzó a fumar constantemente, a tomar, a coquetear (sin poder dar ese paso final), a hacer locuras de adolescente, como escaparse con el carro de su padre, mientras que sus amigos ya habían madurado, e inclusive ya habían formado una familia.
Mario Vargas Llosa mencionó en su entrevista: “…otro asunto formal que me preocupó era encontrar un punto de vista que reflejara a esa personalidad colectiva del grupo, del barrio”. Podría referirse a la reacción que tuvieron los amigos de Cuéllar, con respecto al accidente que tuvo. Desde mi punto de vista, esta fue el tratar de corroborar con el “cubrimiento de su hueco”, y fumaron juntos, tomaron juntos –en su etapa de adolescencia– con la intención de demostrar su masculinidad. A pesar de esto, Cuéllar nunca pudo cubrir aquel hueco psicológico, y siguió con las características sociales de un adolescente en la etapa de la adultez, y esto lo llevó a su muerte, “pobre, decíamos en el entierro, cuánto sufrió, qué vida tuvo, pero este final es un hecho que se lo buscó” (página 157).
Aquellos ambientes, a finales de los años 1950’s, eran casi similares a los que actualmente tenemos; los adolescentes toman, fuman, coquetean, y esto fue lo que Cuéllar decidió hacer para cubrir ese hueco que había generado la castración. Se adaptó a este estilo de vida de adolescente, hasta la adultez, y terminó con su vida, porque él lo quiso así. Me parece que pudo tomar otra decisión –como seguir con su vida normal, ignorando el accidente– y así crearía su propio ambiente.
EDUARDO CONTRERAS (Perú)