martes, 24 de junio de 2008

Cuellar en el exilio

Cuellar siempre tuvo una distinción a los demás. Al tener este accidente de chico es mancillado física, pero más relevantemente, sicológicamente. Sin embargo, una herida física de esa magnitud, sin importar que haya sido al área genital, no justifica un decaimiento tan dramático de la vida de una persona. Es más, al comienzo del cuento, antes el accidente de Cuellar, se hace particular énfasis en el futuro prometedor que tenía: buenos amigos, excelentes notas, simpatía... Y al final, su vida termina tan descarrilada que muere por manejar irresponsablemente por la carretera. Es, por lo tanto, presumible que el impacto que tuvo el incidente en él no fue causado por la herida sino por lo que que acarreó indirectamente. No puede haber venido de sus padres, porque se da a entender que ellos siempre lo mimaron, y después del accidente, más aún. Sus amigos no se olvidaron del accidente, pues Cuellar paró de llamarse Cuellar y pasó a llamarse "Pichulita", pero un apodo y una serie de bromas (que además no duraron por siempre) no destrozan la vida de una persona.Fue entonces él mismo quien insertó la brecha entre él y sus compañeros. Y hay una tendencia que se puede ver claramente: al graduarse del colegio, Cuellar comienza a separarse de sus compañeros colegiales, hasta volverse casi un extraño. Es el único en perderse a la deriva, pues se da a entender que los otros sí se mantuvieron cercanos. Lo que sucedió es que al acabar la escuela, la fuerza que ataba a Cuellar a los demás se acaba también. Durante el colegio, eran un un "grupo": salían juntos, jugaban futbol juntos, aprendían a bailar juntos. El grupo en sí, dado al colegio, era una fuerza de atracción que lo mantenía cercano. Era él la fuerza que lo empujaba a una distancia de los demás, que lo volvía un huraño a veces y un "salvaje", como le decían, en otras, y que le hacía hacer todas esas cosas por llamar la atención. El accidente sufrido en la infancia causó una cambio en él, que hizo que se fuera alejando poco a poco. Es verdad que ésta tendencia fue alimentada por el comportamiento de sus compañeros, tal vez incluso por el de sus padres, pero fue finalmente él mismo quien se fue separando de los demás.

Manuel Ferreyros, PERÚ

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