miércoles, 28 de abril de 2010

Antígona

Eteocles y Polinices, hijos del rey Edipo y hermanos de Antígona e Ismene, se disputan el trono de Tebas tras la muerte de su padre. Debían turnarse en el reinado, pero Eteocles decide perpetuarse en el poder. En consecuencia se enfrentan en una batalla y los hermanos se hieren mortalmente, uno al otro. Se alza como rey Creonte, que ordena sepultar con honores a Eteocles, pero prohíbe, contra los usos más sagrados, el entierro del inocente Polinices, abandonado a la intemperie y a los cuervos. Antígona enterada de lo sucedido se rebela ante la ley impuesta.

Podemos ver que Creonte al imponer justicia se muestra como un rey autoritario, despiadado y ambicioso de poder. Por lo tanto se puede considerar que es valerosa la actitud de Antígona. Desafía el poder aún sabiendo que el castigo era su propia muerte. La decisión de sepultar a su hermano es un acto de amor, era más fuerte que ella; no podía permitir que Polinices no tuviera los honores sepulcrales que le correspondía. Seguramente Ismene que se mostró temerosa, sintió un inmenso orgullo por su hermana, por tener la capacidad de enfrentar lo que ella no podía.

Es posible pensar que Creonte que un principio fue soberbio, recién con la muerte de Antígona pudo ver su necia decisión; creo que al final se dio cuenta que estaba ciego, pero de una ceguera imposible de manejar: el poder.

“Vosotros que veis, en un mismo linaje, asesinos y víctimas: mi obstinada razón que no razona, ¡oh errores fatales! ¡Ay, mis órdenes, qué desventura!...”

Daniela Galarza - Argentina

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